Las 5 heridas que impiden ser uno mismo - Reseña crítica - Lise Bourbeau
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Las 5 heridas que impiden ser uno mismo - reseña crítica

Las 5 heridas que impiden ser uno mismo Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Autoayuda y motivación y Desarrollo personal

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 

Editorial: Diana

Reseña crítica

¿Tienes la impresión de marchar sin rumbo en tu trayectoria personal? ¿Te ha sucedido que vuelve a surgir un problema que ya considerabas resuelto?

Este libro demuestra que todos los problemas de orden físico, emocional o mental con los que cargamos provienen de cinco heridas vitales: el rechazo, el abandono, la humillación, la traición y la injusticia.

Gracias a las descripciones detalladas de estas heridas, así como de las máscaras que las acompañan, podrás identificar la verdadera causa de los problemas que te angustian o que amargan tu vida. ¡Atrévete a emprender el camino de la curación y encuentra tu verdadero ser!

La creación de las heridas

Todos tenemos muchas creencias que nos impiden ser lo que deseamos ser. Cuanto más nos perjudican estas formas de pensar, más tratamos de ocultarlas. Incluso llegamos a creer que no nos pertenecen.

Poder superarlas exige, por lo tanto, que reencarnemos en repetidas ocasiones. Nuestra alma podrá alcanzar la felicidad plena sólo cuando nuestro cuerpo mental, emocional y físico esté atento a nuestro Dios interior.

A nadie más que a ti compete el decidir ser dueño de tu vida en vez de que tu ego te controle. Sin embargo, hacerle frente a todo exige mucho valor, porque inevitablemente tocamos antiguas heridas que pueden hacernos sufrir mucho, sobre todo si son heridas que llevamos arrastrando desde varias vidas atrás.

Veamos, entonces, cuáles son esas heridas que merecen ser curadas. Presta atención a sus características y te será más fácil ver cuál es tu caso.

El rechazo

Para muchas personas resulta difícil distinguir entre rechazar y abandonar. Abandonar a alguien quiere decir distanciarse por algo o alguien más, mientras que rechazar es no desear tenerlo cerca. Quien rechaza utiliza la expresión: “No quiero”, en tanto que quien abandona usa la frase: “No puedo”.

El rechazo es una herida muy profunda, ya que quien la sufre se siente rechazado en su interior y, sobre todo, siente rechazo con respecto a su derecho de existir. De las cinco heridas, esta es la primera que se manifiesta; es decir, está presente desde muy temprana edad en la vida de las personas.

La primera reacción que tiene la persona que se siente rechazada es huir. Cuando el niño en vías de crearse una máscara del huidizo se sienta rechazado, vivirá con más frecuencia en un mundo imaginario. Esta es la razón por la cual a menudo será un niño prudente y tranquilo, que no causará problemas ni hará ruido.

El huidizo prefiere no apegarse a las cosas materiales, ya que éstas le impiden huir a sus anchas. Parecería que ve todo lo material de lejos. Se pregunta qué hace en este planeta y le es difícil creer que aquí podría ser feliz. Todo lo que se relaciona con el espíritu, así como con el mundo intelectual, le resulta atractivo.

Busca sin cesar el amor del progenitor de su mismo sexo y en ocasiones transfiere su búsqueda hacia otras personas del mismo sexo también. No se percibe como un individuo completo porque no ha conquistado el amor del progenitor en cuestión y es muy sensible al mínimo comentario que proceda de él; se siente fácilmente rechazado.

La máscara huidiza se reconoce físicamente en un cuerpo, o una parte de este, que parece querer desaparecer. Debido a que es muy estrecho y restringido, le es fácil simular que desaparece o que no está muy presente o visible en un grupo.

Cuando ves a alguien con un cuerpo deforme, que te produce lástima, con toda certeza estás ante una persona que sufre una herida de rechazo.

El rostro y los ojos del huidizo son pequeños, parecen ausentes o vacíos, debido a que la persona afectada por esta herida tiene la tendencia a huir fácilmente de su mundo o a “estar en la luna”.

Si te ves con la herida de rechazo, es muy importante aceptar que, aun si tu progenitor de verdad te rechaza, es tu herida que no ha sanado la que en realidad atrae hacia ti a este tipo de progenitor y este tipo de situaciones. Si continúas creyendo que todo lo que te sucede es culpa de los demás, nunca podrás sanar esta herida.

El abandono

Abandonar a alguien es apartarse de él, dejarlo, no desear más tener algo que ver con él. Muchas personas confunden el rechazo con el abandono. La herida que se vive en el caso del abandono se sitúa además en el plano del tener y el hacer, y no en el del ser, como sucede con la herida del rechazo.

Muchas personas que sufren la herida de abandono experimentaron de pequeñas una profunda falta de comunicación por parte del progenitor del sexo opuesto.

La máscara que se crea el humano para intentar ocultar su herida es la del dependiente. Se caracteriza por un cuerpo que carece de tono. El cuerpo largo, delgado y encorvado indica una herida de abandono muy importante. El sistema muscular no está lo suficientemente desarrollado y parece no poder sostener el cuerpo erguido, como si necesitara ayuda para hacerlo.

El cuerpo expresa exactamente lo que sucede dentro de una persona. El dependiente cree que no puede lograr nada por sí mismo y, por lo tanto, tiene necesidad de alguien más como sustento.

Los ojos tristes y grandes también apuntan a la herida de abandono. Son ojos que parecen querer atraer a otros con su mirada. Las piernas son débiles. Con frecuencia se tiene la impresión de que los brazos son demasiado largos, de que cuelgan pegados al cuerpo.

El dependiente crea problemas de todo tipo en su vida, pero en especial problemas de salud para llamar la atención. También gusta de desempeñar el papel de salvador.

A menudo, sufre altibajos. Durante algún tiempo se siente feliz y todo marcha bien, pero de pronto se siente malhumorado y triste. La ayuda que más necesita es el apoyo de los otros.

Si te identificas con la herida de abandono, sabrás que la desencadenó tu progenitor del sexo opuesto y que continuará apareciendo con cualquier otra persona del sexo opuesto a la que te enfrentes.

Por consiguiente, mientras sigamos teniendo resentimiento hacia un progenitor (aún cuando este resentimiento sea inconsciente), nuestras relaciones con las demás personas del mismo sexo que ese progenitor serán difíciles.

Las mismas heridas se repiten de una a otra generación (lo cual explica también el fenómeno de la herencia) y así sucederá mientras no cese la rueda del karma y con ello se aviven nuestras relaciones en el amor verdadero. Es urgente arreglar las cosas con nuestros padres.

La humillación

Esta herida aparece ligada sobre todo al mundo físico, al ámbito del tener y el hacer. Surge precisamente en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo físico, entre el primer y el tercer año de vida.

La herida de humillación surge en el momento en que el niño siente que uno de sus padres se avergüenza de él. Sin importar la situación que provoca que el niño se sienta rebajado, degradado, comparado, mortificado o avergonzado en el plano físico, la herida despierta y comienza a adquirir importancia.

La herida de humillación suele experimentarse con mayor frecuencia con la madre, aunque también puede vivirse con el padre cuando es él quien ejerce el control y desempeña el papel de madre, al mostrar al niño cómo comportarse, etcétera.

El niño que sufre humillación se crea la máscara del masoquista. El masoquismo es el comportamiento de una persona que encuentra satisfacción, e incluso placer, al sufrir.

Aun cuando lo hace inconscientemente, procura el dolor y la humillación la mayor parte de las veces. Se las ingenia para hacerse daño o para castigarse antes de que alguien más lo haga.

Desarrolla un cuerpo grueso que también le avergüenza. Su cuerpo es regordete y parece tener la misma profundidad que extensión. El rostro suele ser redondo, y los ojos abiertos e inocentes, como los de un niño.

El masoquista hace todo por sentirse útil, lo cual es una forma de ocultar su herida y de forzarse a pensar que no sufre humillaciones. La crítica más mínima hacia él lo hace sentir humillado y degradado.

Para adquirir conciencia de su herida de humillación, debe reconocer primero en qué punto se avergüenza de sí mismo o de otras personas, y cuántas otras personas se han avergonzado de él.

También debe percatarse de las numerosas ocasiones en que se humilla a sí mismo, es decir, se rebaja o se siente indigno.

Si te ves en la herida de humillación, recuerda que debes trabajar en el nivel del alma para liberarte de la herida. Si no trabajas más que en el plano físico, controlándote sin cesar para no engordar o adelgazar, no estás en concordancia con tu plan de vida, y después de esta vida deberás reencarnar en un cuerpo nuevo, quizás aun más grueso.

Mientras estés aquí, lo más prudente es arreglar las cosas para liberar tu alma. También es importante que te percates de que tu madre o tu padre también sufren la herida de humillación y de que la vivieron con su progenitor de tu mismo sexo. Al ser compasivo con el progenitor que tiene esta herida, te será mucho más fácil comprenderte a ti mismo.

La traición

Esta herida surge entre los dos y los cuatro años, cuando se desarrolla la energía sexual y aparece el llamado complejo de Edipo. Esta herida se vive con el progenitor del sexo opuesto.

El alma que se encarna con la finalidad de sanar la herida de traición elige a padres que ejercen la seducción con el hijo y que por lo general se centran en sí mismos. Con este tipo de progenitor, el niño es inducido a sentir que sus padres necesitan de él y desea sobre todo que el del sexo opuesto se sienta bien. Intenta por cualquier medio ser especial para este último.

El niño se siente traicionado por el padre del sexo opuesto cada vez que este no cumple una promesa o cuando traiciona su confianza. Esta traición la experimenta sobre todo en el plano amoroso o sexual.

Cuando el niño comienza a vivir experiencias de traición, se crea una máscara para protegerse, al igual que lo hace en el caso de las demás heridas. Esta máscara es la del controlador.

El controlador desarrolla un cuerpo que exhibe fuerza, poder. Su mirada es intensa y seductora, y la utiliza con frecuencia para mantener a los demás a distancia, cuando está a la defensiva o para fijar la imagen del otro y examinarlo de una manera que intimida.

Como les es difícil aceptar cualquier forma de traición, proveniente de ellos mismos o de los demás, hacen todo lo que está en sus manos para ser personas responsables, fuertes, especiales e importantes. El controlador satisface así su ego.

El controlador tiene una personalidad fuerte. Afirma lo que cree con fuerza y espera que los demás se adhieran a lo que él piensa. Se forma rápidamente una opinión sobre alguien o algo, y está convencido de tener la razón.

La negación es otro gran temor para el controlador, ya que para él ser negado significa ser traicionado.

Reprochamos a los demás lo que nos hacemos a nosotros mismos y no queremos ver. Esta es la razón por la cual atraemos a personas que nos muestran lo que les hacemos a otros o lo que nos hacemos a nosotros mismos. Recuerda la importancia de perdonar para sanar.

La injusticia

La herida de injusticia puede ser causada al pensar que tenemos más cosas materiales que otros o, por el contrario, que no hemos recibido lo suficiente.

Esta herida despierta en el momento en que se desarrolla la individualidad del niño; es decir, entre los tres y los cinco años, cuando el pequeño toma conciencia de que es un ser individual y una entidad completamente aparte, con sus diferencias.

Vive esta herida sobre todo con su progenitor del mismo sexo. Sufre la frialdad de este progenitor; padece la incapacidad de este de sentir y expresarse. Desde pequeño, el rígido advierte que se le aprecia más por lo que hace que por lo que es.

La reacción ante la injusticia consiste en deslindarse de lo que se siente, con la idea de protegerse. La máscara que crea el niño para protegerse en este caso es la de rigidez.

Las personas rígidas son muy sensibles, pero desarrollan la capacidad de no sentir esa sensibilidad y de no mostrarla a los demás. Se engañan creyendo que nada debe tocarlos. Por ello, parecen frías e insensibles.

Son las más propensas a cruzarse de brazos para bloquear la región del plexo solar, con el objetivo de no sentir. Otra forma de no sentir es vistiéndose de negro.

Quien sufre injusticia tiene mayor tendencia a sentir envidia de quienes tienen más y, según él, no lo merecen.

Se caracterizan por tener un cuerpo erecto, rígido y lo más cerca de la perfección posible. El cuerpo está bien proporcionado, con los hombros derechos y de la misma amplitud que la cadera. El rígido también puede engordar, pero su cuerpo seguirá bien proporcionado.

Las personas rígidas son muy exigentes consigo mismas y tienen una capacidad enorme para controlarse a sí mismos, así como para imponerse tareas.

Si te ves en la herida de injusticia, es importante recordar que el progenitor de tu mismo sexo la tuvo y probablemente aún la tiene con su propio progenitor del mismo sexo.

Notas finales

Es posible tener tres, cuatro o incluso las cinco heridas. Algunas veces, predomina alguna de ellas, mientras que las demás son menos evidentes, o todas pueden ser de poca importancia.

El ser humano se especializa en encontrar todo tipo de buenas razones y explicaciones cuando cambia su cuerpo. Sin embargo, no está dispuesto a querer verse a sí mismo y le es particularmente difícil aceptar la idea de que el cuerpo humano posee gran inteligencia.

Recuerda, solo portamos las máscaras cuando tememos sufrir y revivir la herida de la que supuestamente estas nos protegen.

Lo ideal sería poder reconocer de inmediato la máscara que nos hemos colocado a fin de identificar la herida que intentamos ocultar, sin juzgarnos ni criticarnos.

Portamos una máscara no solo en cada ocasión que tememos sentir la herida con alguien más, sino también cuando tememos percatarnos de que nosotros mismos hacemos vivir determinada herida a otros, porque queremos ser amados o por temor a perder el amor de los demás.

Por ello, adoptamos un comportamiento que no se corresponde con lo que somos y nos transformamos en alguien más.

Sin embargo, no olvides hasta qué punto tu ego te puede jugar una mala pasada para impedirte que tomes conciencia de tus heridas. Nuestro ego está convencido de que, si nos percatamos de ellas y las eliminamos, quedaremos desprotegidos y eso nos hará sufrir.

Para que cualquier problema desaparezca, es necesario primero aceptarlo y brindarle amor incondicional, en lugar de desear que desaparezca. Tus heridas profundas también tienen necesidad de que las reconozcas, las ames y las aceptes.

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